Empieza la primavera, y la mayoría de madres y padres ya estamos pensando en cómo organizar, y organizarnos, este próximo verano. Un familiar, un amigo, un conocido, nos recomiendan que una muy buena opción es que apuntemos a nuestros niños y niñas en un campamento de verano. Pero… ¿estará mi hijo/a preparado para ir a un campamento? ¿no será demasiado pequeño? ¿no serán demasiados días separado de nosotros? ¿qué le puede aportar una experiencia de este tipo?

De todas estas dudas que recibimos a diario, ha surgido este post: por qué recomendamos asistir a un campamento de verano. De manera escueta podemos decir que en los campamentos de verano los niños disfrutan y aprenden. Pero… ¿qué queremos decir con estas dos palabras?

Las diferentes actividades consiguen que el niño/a se lo pase bien, se divierta, ría, … es fundamental que DISFRUTE. Pero no debemos olvidar que la convivencia, el contacto con la naturaleza, el juego, el deporte, los talleres, …consiguen otro objetivo, que a los padres también nos interesa muchísimo: EDUCACIÓN.

Estudios especializados demuestran que los campamentos de verano “son un ámbito privilegiado de la educación no formal, en el que se desarrollan las habilidades sociales, la autonomía del niño/a y su capacidad de relacionarse y de abrirse a los demás” (Instituto de Ocio, Univ de Deusto).

Un campamento “empuja” al niño/a a tener que desenvolverse en un ambiente diferente al que está acostumbrado, y a conocer nuevos niños/as que no son de su entorno habitual, para lo que tiene que “echar mano” de los recursos de los que dispone y fomentar nuevas habilidades de comunicación e integración en el grupo, a establecer conversaciones nuevas con nuevos compañeros, a perder el miedo a participar en juegos diferentes a los del patio del colegio.

Compartir habitación, juegos, rutinas, comidas, y actividades implica colaborar con los demás y respetarse mutuamente, y les ayudará a conocer qué comportamientos inadecuados deben controlar, y cuales deben potenciar y/o adquirir, para poder conseguir una convivencia agradable y satisfactoria.

Por otro lado, el estar separado de mamá y papá les permite fomentar su autonomía, y, como consecuencia, aumentar la seguridad y confianza en sí mismo. Os sorprendería ver qué cantidad de cosas son capaces de hacer incluso los más pequeños de 4 años, cuando están fuera de casa. Una estancia en un campamento supone además la aceptación y cumplimiento de normas sociales, normas de convivencia, hábitos saludables de higiene y alimentación, de orden y limpieza en las habitaciones,… experiencias que les van a ser muy útiles cuando regresen a su vida cotidiana.

He necesitado muchas líneas para explicar qué aprenden los niños y niñas en el campamento, y eso que todavía no hemos hablado de los conocimientos específicos que ofrece cada campamento a través de sus actividades. Si a todo esto le sumamos clases de idiomas, actividades deportivas, actividades multiaventura, talleres artísticos, etc… conseguimos una experiencia muy provechosa para nuestros hijos e hijas, a la par que divertida. Porque, no olvidemos, que un campamento es un “premio” para nuestros hijos, se han esforzado mucho durante el curso escolar, y lo principal es que SE DIVIERTAN, y que consigamos que sea para ellos una experiencia gratificante e inolvidable.

Debo terminar diciendo que para poder lograr todos estos objetivos, y que además vosotros estéis tranquilos, es imprescindible ELEGIR UN BUEN CAMPAMENTO para vuestros hijos/as. Pedid información, haced todas las preguntas que consideréis necesarias, id a conocer las instalaciones, conoced quiénes son los que van a cuidar de algo tan preciado como vuestros hijos/as. Así, tanto niños como padres, disfrutaréis de la experiencia del campamento de verano.